El Vaquerito...

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VaqueritoFoto de archivo.

El recuerdo de un niño travieso, alegre, arriesgado y laborioso se mantiene en el vecindario rural de Los Hondones, Perea, Yaguajay. Allí nació el 3 de junio de 1935 Roberto Rodríguez Fernández, a quien la historia atrapó después y para siempre con el legendario nombre de: "El Vaquerito".

La historia es tan conmovedora que merece volver a ser contada: Llegó descalzo, en 1957, a la Sierra Maestra. Allí se encontraban alzados Fidel Castro y sus barbudos. Celia Sánchez, la heroína que desbordó energía hasta su fallecimiento en 1980, le regaló unas botas que se ajustaron con facilidad a sus pies pequeños.

Con los nuevos zapatos y un gran sombrero de guajiro, parecía un vaquero mexicano”, dijo de él el Che.

A partir de entonces llamaron el Vaquerito a quien probablemente muy pocos conozcan por su nombre completo: Roberto Rodríguez Fernández.

GESTAS INOLVIDABLES

Con solo nueve años de edad se vio obligado a realizar diversas labores agrícolas, en la finca El Mango, Sancti Spíritus, para ayudar al sustento familiar. Además, trabajó como estibador, repartidor de leche, ayudante de tipógrafo, entre otros oficios que le reportaban escasas ganancias.

Siendo ya un joven, los esbirros de Fulgencio Batista le dieron una paliza por desafecto al régimen y así creció en él la idea de marchar a la Sierra Maestra, para combatir al tirano. Hasta allí llegó y se incorporó a la guerrilla, en la que asumió con gran responsabilidad la labor de mensajero.

Después se desempeñó como soldado de la Columna 1 José Martí. Se ofreció voluntario para la invasión a Occidente que comandarían Camilo Cienfuegos y Ernesto Guevara. Este último lo tomó bajo sus órdenes en la Columna 8 Ciro Redondo.

Chistoso, imaginativo y de buen carácter, el Vaquerito transmitía optimismo a los demás combatientes durante las travesías.

En el libro Pasajes de la Guerra Revolucionaria, el Che lo valoró así:

El Vaquerito demostraba que la realidad y la fantasía para él no tenían fronteras determinadas y los mismos hechos que su mente ágil inventaba, los realizaba en el campo de combate; su arrojo extremo se había convertido en tema de leyenda cuando llegó el final de toda aquella epopeya que él no pudo ver”.

UN VALIENTE GUERRERO

El Comandante Ernesto Guevara no solo lo incorporó a su Columna, sino que, por su valentía y audacia lo designó al frente del Pelotón Suicida, unidad de élite que lanzaba todas sus energías contra el enemigo, constituía un ejemplo de moral revolucionaria y estaba integraba por voluntarios muy bien escogidos.

El Vaquerito brilló por su arrojo durante la toma de los municipios de Cabaiguán, Fomento, Placetas, Remedios y Caibarién, en Las Villas.

El 30 de diciembre de 1958, dos días antes del triunfo de la Revolución, en la batalla de Santa Clara, cayó gravemente herido, de un balazo en la cabeza, a consecuencia del cual murió horas después. Solo tenía solo 23 años de edad.

Su pérdida, a pocas horas del triunfo rebelde, conmocionó a la tropa y especialmente al Che, quien, al conocer la triste noticia, conmovido, dijo: “Me han matado a cien hombres ¡y qué cien hombres!”

Recuerdo —testimonió también el comandante Guevara— que tenía el dolor de comunicar al pueblo de Cuba la muerte del capitán Roberto Rodríguez, el Vaquerito, pequeño de estatura y de edad, jefe del Pelotón Suicida, quien jugó con la muerte una y mil veces en lucha por la libertad”.

El Che ordenó que su cadáver fuera velado en Placetas. Allí, el pueblo liberado unos días antes le rindió homenaje pese al constante hostigamiento de las avionetas enemigas.

 

(Con información de CUBAHORA)

 

 

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